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129 Propositos

1. Tratar de cumplir a cabalidad la lista de propósitos para el año próximo.
2. Intentar ser más feliz y no perder tiempo cuestionándome conceptos de “felicidad” por autores ingleses y norteamericanos. Definirlo Yo..!
3. Administrar el tiempo. Aprovechándolo…!
4. Olvidar los itinerarios, procurar la espontaneidad.
5. Ahorrar.
6. Saber perdonar.
7. Pautar cita con el Odontólogo.
8. Conocer Tucumán, Salta, Jujuy, también las cataratas de Iguazú, y si se puede Misiones.
9. Saber oír y escuchar. Sobretodo escuchar.
10. Cuando sienta Ira; no fruncir el seño, ni empuñar mis manos, no gritar, no golpear puertas, ni sillones de madera y menos jarrones de cristal.
11. Saber del autocontrol.
12. Regalarle a Mama dos lámparas de techo, gigantes y doradas y con brillantes que cuelguen.
13. Comenzar a madurar. (Ya es hora..!)
14. Estudiar Ingles y terminar todos los niveles. (Pero esta vez, en serio).
15. Visitar dos países de América y hacerme amigo de quienes me muestren su realidad.
16. Terminar la tesis de maestría.
17. Nunca hacer algo sin antes no amar hacerlo.
18. Nunca comenzar algo sin tener la certeza de terminarlo.
19. Aprender a batear, para jugar con mi hijo y no ser avergonzando en la faena.
20. Terminal de leer el libro de José Saramago y esa novela de Claudia Piñeiro.
21. Leer un libro por mes y aprenderme de memoria algún poema de Eugenio Montejo y Jaime Sabines.
22. Aprenderme de memoria el Salmo 23 y el 92.
23. Comprarme el libro de Bucay para leerlo y luego prestarlo.
24. Aprender algunas palabras en italiano y otras en Francés.
25. Estudiar las capitales de cada país.
26. Tender la mano de vez en cuando.
27. Descargar todos los discos de Pearl jam y todo el grunge noventoso que se me ocurra.
28. Tratar mejor a mi madre y cuando me invite a discutir, callarme y retirarme sin que se dé cuenta.
29. Comprar un Aire Split para el Departamento.
30. Una vez al mes visitar la playa, y caminar su borde hasta no darme cuenta.
31. Quejarme menos y si no puedo quejarme poco y en silencio.
32. Aprender a meditar en medio de un congestionado campo automotor.
33. Ir a un recital de José José, de la mano de quien me ama.
34. Cerrar los ojos cuando estén cansados.
35. Indagar las vías y canales regulares para donar mis órganos, cuando muera.
36. Visitar a mis amigos de infancia.
37. Recorrer la ciudad y fotografiarla, también las puertas de las casa viejas y los cementerios abandonados.
38. Leer “100 años de soledad”, aunque me parezca cursi y densa. El “ Tunel” aunque me parezca rara “”La ciudad de las bestias” aunque crea que es tonta.
39. Aprenderme los ganadores mundiales del Pritzker Architecture, Pulitzer y Nobel.

40. Tambien aprenderme los principales inventos mundiales y el origen de sus creadores.
41. Grabar mis canciones favoritas en un disco de 555 megabytes.
42. Comprarme un Hometheather, un LCD de 42“ y un blue Ray.
43. Visitar con frecuencia el corazón de mi padre, escucharlo y disfrutarlo.
44. Pintar telas con acrílicos y aquella cara de Natalie Portman que nunca termine.
45. Recordarle sin palabras a mi hijo, lo tanto que lo amo.
46. Generar sin sacrificio sonrisas a quienes me rodean (no todo el tiempo porque, es muy difícil pero si una o dos veces al día).
47. Practicar el “perdón” sin exceso y decirlo desde el “adentro”.
48. Tolerar.
49. Inscribirme, pagar y asistir al Gimnasio con disciplina.
50. Adelgazar.
51. Aprender hacer sushi y croquetas de pescado, también chow mein y comida thai.
52. Ser menos impulsivo.
53. Aceptarme.
54. Ir a la iglesia cuando lo necesite y cuando NO lo necesite también, solo para aprender a necesitarlo.
55. Ir menos a Centros comerciales y visitar más espacios abiertos.
56. No escuchar a un padre y una misa aprendida, pero hablar y Saludar a Dios todos los días y al despertarme pedir perdón, dar gracias y decirle “Vamos..!”.
57. Enviarles mails a mis amigos sin importar las distancias y las ausentes respuestas.
58. Abrazar a quienes no lo esperan.
59. Ir a casa de mi antiguo jefe, sentarme y conversar horas con el.
60. Llenarme de optimismo y tratar de decir menos “NO”.
61. Empezar a planificar un viaje a Francia, London y otro a Turquía.
62. Ir al nutricionista y seguir su tratamiento y dieta tal cual lo indique su récipe.
63. Nunca ser conforme, aunque me rodee de conformistas.
64. Nunca hacer nada con Pasión.
65. Visitar al dermatólogo, al urólogo y al traumatólogo.
66. Visitar a un Psicólogo.
67. Hacerme exámenes de rutina y el perfil de coagulación de la sangre.
68. Dejar de fumar o al menos fumar menos.
69. Caminar treinta minutos y correr diez diariamente.
70. Comer rico y visitar buenos restaurantes.
71. Escuchar Jazz y un poco de Bossa.
72. Tomar menos refrescos, comer menos kétchup y nunca comida de la calle.
73. Cambiar de reloj y a veces no mirarlo para no ser preso del tiempo.
74. Tratar de dejar de tomar antidepresivos y conciliadores del sueño.
75. Nunca volver romper promesas.
76. Saber dormir con la mente en paz.
77. Tomar, te chino y manzanilla en los cafés.
78. Comprar una buena almohada.
79. Tatuarme.
80. Volver a dibujar.
81. Enmarcar mis viejas pinturas guardadas.
82. Ordenar en carpetas las fichas técnicas de construcción y acabados finales.
83. Hacer un book de retratos y colgar algunos familiares en mi cuarto.
84. Archivar por uso, la planimetría de cada proyecto en carpetas blancas de vinil.
85. Reorganizar mi disco duro, por año, proyecto, imagen e informe.
86. Tomar menos café.
87. Tomar agua de Jamaica eventualmente.
88. Probar nuevos tragos, vinos y cervezas internacionales.
89. Diseñar esas lámparas de papel que desde siempre tengo archivadas.
90. Comprar un nuevo celular.
91. Pagar las deudas.
92. Rectificar.
93. Hacer un curso donde aprenda algo nuevo y distinto.
94. Aprender a nadar. (Por Dios..!)
95. Conocer la Gran Sabana.
96. Sentir de nuevo, querer e intentar decir “Te amo” (sin miedo).
97. Comprar un botellón de Listerine de esos de cinco litros (siempre quise uno).
98. Jugar más Play Station con mi hijo.
99. Comprarme una bicicleta.
100. Diariamente buscar en el Diccionario y aprender una nueva palabra.
101. También comprarme un diccionario de Sinónimos y antónimos.
102. Llevar conmigo una libreta y anotar algunas musas de calle.
103. Tomar seis vasos de agua al día.
104. De la Tv solo ver documentales, show culturales (nunca ver talk show y noticieros).
105. Leer menos las páginas de sucesos en los diarios.
106. De la política, ausentarme.
107. Ir al cine una vez a la semana.
108. Aprender a planchar mis camisas.
109. Comprarme un traje formal y otras gomas deportivas.
110. Ser disciplinado, aunque suene imposible.
111. Vivir en una ciudad extraña y aprendérmela.
112. Fotografiar cosas sin significancia y reproducirlas al máximo para entonces obsequiarlas.
113. Abrir las puertas a quienes toquen con pureza.
114. Escribir mas. porque solo así, libero lo guardado.
115. Recuperar mi familia y construir bases solidas.
116. Diseñar la casa de mis sueños que no se exceda de 200 Metros cuadrados.
117. Proyectar un taller que parezca loft, con una galería que tenga acceso desde la calle.
118. Ordenar mis libros en una biblioteca.
119. Cocinar para mis amigos y brindar con vino tinto sin motivos.
120. Una vez, al mes no hacer nada. Pero Nada de nada, de nada. Quizas solo dormir, mirar el techo o comer.
121. Reorganizar mi colección de postales y mis películas de Almodóvar.
122. Regalar las cosas que no necesito.
123. Comprarme el último disco de Jorge Drexler.
124. Investigar sobre el cine Venezolano.
125. Identificar mis verdaderos amigos y no confundirlos jamás.
126. Descargar la última versión del Messenger.
127. Hacer un respaldo de mis proyectos gráficos y nuevamente un portafolio de proyectos.
128. Enseñarle el mapamundi a mi hijo y aprenderme con él, las bondades e historia de cada país.

129. Ver Toy Story 3. Finalmente.

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El Adiós de la huesped


[a CLS]


Eran las siete de la mañana pero parecían las doce del mediodía, por que los desvelos de media noche hacia que el Sol apareciera en mis ojos más tarde que de costumbre, En mis parpados, ese rayo de luz después del “Tilín” del timbre trajo consigo una mujer con la palabra “Adiós” en su boca, un bolso de jeans en su hombro, la amenaza de tres días eternos con ganas de ser años y el miedo terrible de que esos años sean eternos.

Antes de abrir, yo solía asomar mi ojo por el orificio, ese que está en la puerta de entrada, pero esa mañana mis manos y mis pies tenían ganas de una sorpresa.

Eduardo a las siete en punto, saca la basura y barre el lobby del edificio pero últimamente acostumbraba conversar con los vecinos, que vagaban por los pasillos y el hall de entrada; hablaban del clima, de la primavera tardía, de la muerte de Néstor, de la protestas de ayer en Marcelo T. Alvear, de los del campo, del aumento de la carne, de las calles rotas del barrio ó de las nuevas acometidas de la zona.

Eduardo la había visto dos, tres o quizás cuatro veces y esta vez me sonreía guiñando un ojo, como aprobando mi compañía y la visita tajante y matutina en el Edificio.

Eduardo le abrió, sin importar.

Esa compañía me dejaba de acompañar hace ya 10 semanas, decía que conocía muy bien la pausa y la cautela frente a mi historia, que no toleraba mi misterio, que no entendía estar no inscripta en mi circulo, que no soportaba no conocerme tanto y que cuando despertaba y se miraba al espejo veía un jarabe que a escondidas yo digería religiosamente para olvidar.

Como una dosis.

Ese día reboso su calma, se propuso invadir mi espacio y transformarse en la causa simple para hacer de las próximas 72 horas las NO olvidadas.
Lo logro.

Entre mis expresiones no esta decir: “Jesucristo” tampoco la palabra la registro en mi archivo y mi asombro siempre es estático, interno, pausado; a veces, solo algunas veces, abro mi mano y la restriego por mi cara como queriendo limpiar mis pómulos y arrancar una pintura falsa con las puntas de mis dedos. Pero eso solo pasa cuando siento la “solución” un poco lejana.

Abrí la puerta, dije “Jesucristo”, la palma de mi mano estrecho mi cara y por algunos segundos mis dedos trataron de arrancar una pintura falsa, queriendo limpiar mis pómulos.
Luego, espere que hablara bajando la manga de mi remera blanca, con el gesto que hace cavar un hueco en mi ceja derecha y hace mojar mi boca dos, tres y hasta cuatro veces por segundo.
Siempre pasa.

Te molesto? Dijo tímida.

Antes de responderle tenía ganas de decirle: Ya va..! Voy y vengo..! Pro dije firmemente NO..! Dibujando una sonrisita idiota en mis labios pensando en el lavabo y la impaciente crema dental esperando mis dientes.
…es que viajó tanto…! Pensé.

En la puerta de entrada note una postura incómoda , tensa, otro color en su pelo y su mirada perdida en mis ojos recién despiertos, también note un espacio kilométrico entre las dos baldosas de parquet que nos separaban y la espera de una respuesta a las siete y dieciocho de la mañana. Yo escape a la toilette con la intención de tardarme veinticuatro horas, pero tarde solo dos minutos. Creo.
En el baño, me miraba en el espejo y mojaba mi cara dejando gotas colgadas en mis cejas y pestañas, deje la grifería abierta para escuchar el sonido del agua caer por el caño, cruzar por el sifón, correr por la hendidura. A ciertas horas o segundos, oía a mi visita inquieta por la cocina, oía las puertas del gabinete cerrar y por algunos momentos oía la confusión posada frente a la heladera, algunas veces escuchaba el arrepentimiento sobre la mesa y la angustia acostada en mi cama.
Me lo inventaba.

_Negro te preparo desayuno! Grito.
Me gusta que me llame como me llama, pero me asusta sus desayunos dulces con trozos de Kiwi. Me gusta que se aparezca en la puerta de mi casa a primera hora de la mañana pero odio que deseche las palabras y cierre y encierre las heridas como el pan en un tupper; justo a seis días de irme de este lugar.

_Donde está el fuego..! Vuelve a gritar.
…por qué no toma algún papel lo enciende en el calefón, para luego encender la estufa? Me preguntaba.
No respondí, pero Salí del baño con la toalla en mi cuello simulando no oír.

y ahí estaba el combo…

Ya Instalado.
Una bufanda naranja con rayitas rojas y una vieja campera azul índigo colgada en mi trípode, unas gafas y una crema para la piel en mi mesa de luz, un par de ojotas en la esquina lateral derecha y puesto simétricamente casi diligente dos montones de ropa negra, de rayas y algunas floreadas “de casa” perfectamente doblada en el centro de mi cama con una especie de carta abierta diciéndome “léeme”.

A las siete y media, entendí que mi visita se había convertido en huésped y yo no estaba preparado.

Nunca estuve preparado.

Parado frente a la ventana, con un papel desbordado de tinta azul, muchos círculos y óvalos sobres las “íes” y escritas palabras como “no se” “tal vez” “quizás” “algún día”. Empezando frases como “lo que siento” “vos y yo” “Tu vida” “tu historia” “Hoy” “Siempre” “dos meses” “un año” “sos vos” y nuevamente “no se” …El silencio seguía en el A1, mientras se hervía no se que en la estufa, se abría una bolsa de cereal y se olía una tostada quemar.

A las siete y treinta tres, el tiempo pasaba sin decir todavía “nada”.

Seguía parado ahí; apoyando mi antebrazo en el perfil frio de aluminio que envolvía la ventana, mirando la calle, con la dicotomía de leer o de librarme, la disyuntiva de zafarme y de quedarme, la locura de esperar al De Loran y me llevase un año atrás, la ansiedad de leer algún libro viejo que se llame “encontrando respuestas”.

..y seguía ahí.

..sin encontrar.

Deje de inclinarme porque dolían tres líneas rojas y paralelas, marcadas obvias, transversales en mis brazos; ahora estaba recto, seguía mirando la calle pensando en el kiwi hervir, también en la cima, sobre un plato lleno de cereal, transformado en mermelada untadas sobre un negro pan, posiblemente calcinado y muy pronto pegado en mi paladar…

A las siete y cuarenta y dos…

Un beso frio en el centro medio de mi espalda, me sorprendió.

Antes que volteara, vire mis ojos y mire los suyos, antes que su dedo índice apenas rozara mi boca y ella dijera “Shhh..” Con la seriedad de un Host de un noticiero iraquí y la sonrisita retorcida como diciendo: “..Que se le va hacer”.

A las siete y cuarenta y cinco. ..Ya había decidido no hablar.

Yo no se que tienen los abrazos que empiezan en la espalda, van rotando mi cuerpo lentamente y terminan en mi pecho, no se como hace para levantar mi remera y no darme cuenta, no se que tienen los besos sorpresivos e invasivos, no se que tiene la cara de ella cuando busca refugio en mi cuello y la cima de su cabeza en la base de mis ojos, tampoco se de ese olor y cuando me enfrenta con las pestañas sedientas, no se que tiene su boca entreabierta y sus pies de puntillas cuando quiere alcanzar mi boca. No se que tiene su desayuno sin kiwi y su ensalada con tomate cherry, no se que tiene estos días con ella, que me da tanta paz. Tampoco sé cuando deja de ser ella y se convierte en aquella que me abandono casi un año atrás.


Fueron tres días y tres momentos que me abrieron la cabeza como el pajarito de twistos, No precisar su peso en mi mundo, respirar su aliento y vivir conmigo. Que tome mate desnuda sobre mi cama, que deje las colillas de cigarros sobre mis botas, que me amarre a su vientre en las mañanas, que despierte con la aguja de su deseo, que desayune dulce con café amargo y cereal con pasas, que cene torta de soja a las nueve de la noche, que escuche Serrat al despertar, Tomar vino si hay insomnio, aprenderse las palabras de Ernest Hemingway, hablar de ciudades, islas y paisajes desiertos con el portal web abierto de una agencia de viajes local, dejarnos caer, explorar, buscar el cielo, rasgar, cubrir, cesar, llegar, amar, tardar, crear… Leer el libro Viejo de Poetas Venezolanos que compre en Capitolio, ver esa postal con la frase de Cortázar que nos regalo su idea, ver juntos esas películas inspiradas en textos de Nicholas Sparks, mirar fijamente ese manojo de llaves sobre un boleto aéreo impostergable, y ser tentados por esas ganas de decir “Me quedo” amarrada a la locura de susurrar…
“te espero acá”.
Cuando en verdad, solo dijimos: Adiós, y en silencio “nunca mas”.