El Adiós de la huesped


[a CLS]


Eran las siete de la mañana pero parecían las doce del mediodía, por que los desvelos de media noche hacia que el Sol apareciera en mis ojos más tarde que de costumbre, En mis parpados, ese rayo de luz después del “Tilín” del timbre trajo consigo una mujer con la palabra “Adiós” en su boca, un bolso de jeans en su hombro, la amenaza de tres días eternos con ganas de ser años y el miedo terrible de que esos años sean eternos.

Antes de abrir, yo solía asomar mi ojo por el orificio, ese que está en la puerta de entrada, pero esa mañana mis manos y mis pies tenían ganas de una sorpresa.

Eduardo a las siete en punto, saca la basura y barre el lobby del edificio pero últimamente acostumbraba conversar con los vecinos, que vagaban por los pasillos y el hall de entrada; hablaban del clima, de la primavera tardía, de la muerte de Néstor, de la protestas de ayer en Marcelo T. Alvear, de los del campo, del aumento de la carne, de las calles rotas del barrio ó de las nuevas acometidas de la zona.

Eduardo la había visto dos, tres o quizás cuatro veces y esta vez me sonreía guiñando un ojo, como aprobando mi compañía y la visita tajante y matutina en el Edificio.

Eduardo le abrió, sin importar.

Esa compañía me dejaba de acompañar hace ya 10 semanas, decía que conocía muy bien la pausa y la cautela frente a mi historia, que no toleraba mi misterio, que no entendía estar no inscripta en mi circulo, que no soportaba no conocerme tanto y que cuando despertaba y se miraba al espejo veía un jarabe que a escondidas yo digería religiosamente para olvidar.

Como una dosis.

Ese día reboso su calma, se propuso invadir mi espacio y transformarse en la causa simple para hacer de las próximas 72 horas las NO olvidadas.
Lo logro.

Entre mis expresiones no esta decir: “Jesucristo” tampoco la palabra la registro en mi archivo y mi asombro siempre es estático, interno, pausado; a veces, solo algunas veces, abro mi mano y la restriego por mi cara como queriendo limpiar mis pómulos y arrancar una pintura falsa con las puntas de mis dedos. Pero eso solo pasa cuando siento la “solución” un poco lejana.

Abrí la puerta, dije “Jesucristo”, la palma de mi mano estrecho mi cara y por algunos segundos mis dedos trataron de arrancar una pintura falsa, queriendo limpiar mis pómulos.
Luego, espere que hablara bajando la manga de mi remera blanca, con el gesto que hace cavar un hueco en mi ceja derecha y hace mojar mi boca dos, tres y hasta cuatro veces por segundo.
Siempre pasa.

Te molesto? Dijo tímida.

Antes de responderle tenía ganas de decirle: Ya va..! Voy y vengo..! Pro dije firmemente NO..! Dibujando una sonrisita idiota en mis labios pensando en el lavabo y la impaciente crema dental esperando mis dientes.
…es que viajó tanto…! Pensé.

En la puerta de entrada note una postura incómoda , tensa, otro color en su pelo y su mirada perdida en mis ojos recién despiertos, también note un espacio kilométrico entre las dos baldosas de parquet que nos separaban y la espera de una respuesta a las siete y dieciocho de la mañana. Yo escape a la toilette con la intención de tardarme veinticuatro horas, pero tarde solo dos minutos. Creo.
En el baño, me miraba en el espejo y mojaba mi cara dejando gotas colgadas en mis cejas y pestañas, deje la grifería abierta para escuchar el sonido del agua caer por el caño, cruzar por el sifón, correr por la hendidura. A ciertas horas o segundos, oía a mi visita inquieta por la cocina, oía las puertas del gabinete cerrar y por algunos momentos oía la confusión posada frente a la heladera, algunas veces escuchaba el arrepentimiento sobre la mesa y la angustia acostada en mi cama.
Me lo inventaba.

_Negro te preparo desayuno! Grito.
Me gusta que me llame como me llama, pero me asusta sus desayunos dulces con trozos de Kiwi. Me gusta que se aparezca en la puerta de mi casa a primera hora de la mañana pero odio que deseche las palabras y cierre y encierre las heridas como el pan en un tupper; justo a seis días de irme de este lugar.

_Donde está el fuego..! Vuelve a gritar.
…por qué no toma algún papel lo enciende en el calefón, para luego encender la estufa? Me preguntaba.
No respondí, pero Salí del baño con la toalla en mi cuello simulando no oír.

y ahí estaba el combo…

Ya Instalado.
Una bufanda naranja con rayitas rojas y una vieja campera azul índigo colgada en mi trípode, unas gafas y una crema para la piel en mi mesa de luz, un par de ojotas en la esquina lateral derecha y puesto simétricamente casi diligente dos montones de ropa negra, de rayas y algunas floreadas “de casa” perfectamente doblada en el centro de mi cama con una especie de carta abierta diciéndome “léeme”.

A las siete y media, entendí que mi visita se había convertido en huésped y yo no estaba preparado.

Nunca estuve preparado.

Parado frente a la ventana, con un papel desbordado de tinta azul, muchos círculos y óvalos sobres las “íes” y escritas palabras como “no se” “tal vez” “quizás” “algún día”. Empezando frases como “lo que siento” “vos y yo” “Tu vida” “tu historia” “Hoy” “Siempre” “dos meses” “un año” “sos vos” y nuevamente “no se” …El silencio seguía en el A1, mientras se hervía no se que en la estufa, se abría una bolsa de cereal y se olía una tostada quemar.

A las siete y treinta tres, el tiempo pasaba sin decir todavía “nada”.

Seguía parado ahí; apoyando mi antebrazo en el perfil frio de aluminio que envolvía la ventana, mirando la calle, con la dicotomía de leer o de librarme, la disyuntiva de zafarme y de quedarme, la locura de esperar al De Loran y me llevase un año atrás, la ansiedad de leer algún libro viejo que se llame “encontrando respuestas”.

..y seguía ahí.

..sin encontrar.

Deje de inclinarme porque dolían tres líneas rojas y paralelas, marcadas obvias, transversales en mis brazos; ahora estaba recto, seguía mirando la calle pensando en el kiwi hervir, también en la cima, sobre un plato lleno de cereal, transformado en mermelada untadas sobre un negro pan, posiblemente calcinado y muy pronto pegado en mi paladar…

A las siete y cuarenta y dos…

Un beso frio en el centro medio de mi espalda, me sorprendió.

Antes que volteara, vire mis ojos y mire los suyos, antes que su dedo índice apenas rozara mi boca y ella dijera “Shhh..” Con la seriedad de un Host de un noticiero iraquí y la sonrisita retorcida como diciendo: “..Que se le va hacer”.

A las siete y cuarenta y cinco. ..Ya había decidido no hablar.

Yo no se que tienen los abrazos que empiezan en la espalda, van rotando mi cuerpo lentamente y terminan en mi pecho, no se como hace para levantar mi remera y no darme cuenta, no se que tienen los besos sorpresivos e invasivos, no se que tiene la cara de ella cuando busca refugio en mi cuello y la cima de su cabeza en la base de mis ojos, tampoco se de ese olor y cuando me enfrenta con las pestañas sedientas, no se que tiene su boca entreabierta y sus pies de puntillas cuando quiere alcanzar mi boca. No se que tiene su desayuno sin kiwi y su ensalada con tomate cherry, no se que tiene estos días con ella, que me da tanta paz. Tampoco sé cuando deja de ser ella y se convierte en aquella que me abandono casi un año atrás.


Fueron tres días y tres momentos que me abrieron la cabeza como el pajarito de twistos, No precisar su peso en mi mundo, respirar su aliento y vivir conmigo. Que tome mate desnuda sobre mi cama, que deje las colillas de cigarros sobre mis botas, que me amarre a su vientre en las mañanas, que despierte con la aguja de su deseo, que desayune dulce con café amargo y cereal con pasas, que cene torta de soja a las nueve de la noche, que escuche Serrat al despertar, Tomar vino si hay insomnio, aprenderse las palabras de Ernest Hemingway, hablar de ciudades, islas y paisajes desiertos con el portal web abierto de una agencia de viajes local, dejarnos caer, explorar, buscar el cielo, rasgar, cubrir, cesar, llegar, amar, tardar, crear… Leer el libro Viejo de Poetas Venezolanos que compre en Capitolio, ver esa postal con la frase de Cortázar que nos regalo su idea, ver juntos esas películas inspiradas en textos de Nicholas Sparks, mirar fijamente ese manojo de llaves sobre un boleto aéreo impostergable, y ser tentados por esas ganas de decir “Me quedo” amarrada a la locura de susurrar…
“te espero acá”.
Cuando en verdad, solo dijimos: Adiós, y en silencio “nunca mas”.

0 comentarios:

Publicar un comentario