Clonazepam


Descendí, de pie y camine. Apoye mis dos brazos en el lavabo blanco, inclinando mi pecho y frotándome el cuello con las palmas de mis manos, ya sudadas. Mi cuerpo temblaba, compulsivamente entrelazaba mis dedos con la áspera medusa negra de mi cabeza, mientras observaba mis ojos, observaba mi boca, mi piel, la cicatriz en mi columna. Tengo mucha grasa en la parte baja de la espalda, pensaba, mi ombligo ahora es muy hondo y mis rodillas son tan huesudas. Había viscosidad en el aire, miraba las grietas oxidadas de la bisagra que abate la puerta del espejo y miraba la luz que reflejaba el marco metálico. A veces me daban ganas de apoyar mi frente en la estructura, pensaba en el frio y lo que pasaría si cerrara los ojos y tratara de no pensar. Hay un nuevo lunar en mi cara, hay mas carne en mis pómulos y una nueva fisura se sumo a mi frente, hay diminutas pestañas en ese bidet que no uso y una frase de mi madre con el fondo de una musiquita de Norah Jones que no soporto.
Sentía un placer y un letargo, escuchaba la calle, las puertas, el agua que corre, el elevador que baja, una voz, un ruido, un sonido. Yo cerraba los ojos fuertemente para no llorar, pero no podía. Cuando me privaba, me salían gotas por la nariz, sudaba , impulsivamente exhalaba. Estaba contenido, así que decidí desnudarme y caminar lento con los pies rectos, como si caminara en un hilo atado en dos cielos. Fui a la cocina a buscar una mandarina, de esas que había comprado ayer , mirar la nevera abierta y la luz amarilla que la bañaba.
Ahora mis ojos se unían mis parpados caían, había un zumbido de motor y un frio agreste en el cuerpo, había rabia y una frase de mi madre con el fondo de una musiquita de Norah Jones que no soporto.
Cuando caí, era tarde, fumaba y me hacia muchas preguntas que ahora no recuerdo.

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